Una costumbre que con el tiempo fue dejada de lado.
Introducción
Todo comienza cuando, saludando a una colega muy querida
por mí, la invito a pasar
al aula a punto de terminar mi clase, ya que a continuación seguía la de ella.
Ni bien atraviesa la puerta del aula todos los alumnos se levantan en silencio esperando su saludo hacia
ellos. A continuación me retiro y al unísono me despiden de una manera poco
habitual. No pude dejar de sorprenderme lo que había logrado con ese grupo.
Por supuesto, que fue algo muy agradable sentir que los
alumnos se dirigieran de esa forma hacia alguno de nosotros y no es por menos
preciar, estando además en un colegio público. Este asunto me ha quedado girando durante días en el sentido de lo lindo que sería poder
socializarlo con los directivos de todos las instituciones donde trabajo y poder
aplicar, con su permiso previo en mi práctica diaria, este tipo de conducta con
mis grupos y poder compartirlo, además, con el resto de mis colegas.
Las diversas situaciones de la vida cotidiana nos
permiten poner en práctica nuestros buenos modales en señal de respeto y
cortesía. Por qué no hacerlo entonces más seguido? Así, como cuando asistimos a
las ceremonias patrias nos invitan a “ponernos de pie” para entonar el Himno
Nacional; o cuando una persona mayor sube a un transporte y el joven se “pone
de pie”, este acto debería también aplicarse en el ámbito escolar ante la presencia
del docente al iniciar su clase. Además, procurar “ponerse de pie” es un acto
que tiene el propósito de hacer agradable la vida a los demás con nuestro buen
comportamiento.
Un poco de historia
Un poco de historia
He investigado y descubrí que el “pararse”, se introdujo
en América en los siglos XVI y XVII proveniente de la región española de
Murcia, en donde aún se emplea como sinónimo de “estar de pie”. En la mayor
parte de nuestro continente americano, “ponerse de pie” se usa con el
significado de ‘pararse’ para manifestar respeto o cortesía, hacer frente al
despertador todas las mañanas o disponerse a hacer otra actividad después de
haber estado sentado.
Fundamentación
Es claro que la pérdida de
la autoridad natural de los docentes no tiene que ver exclusivamente con este
acto. Como tampoco hay docentes que no saben ni sabrán sostener los principios
de la autoridad, sencillamente porque pueden mostrar muchos conocimientos,
bagajes científico-intelectuales, sabiduría didáctica, pero escasa aptitud para
hacerse respetar, para imponer normas, para sostener la mirada, para crear
condiciones de disciplina sin recurrir ni a la agresividad ni a la violencia ni
a los reglamentos. Como también habrán docentes que tienen estos hábitos de
saludo y no por eso significa que sean buenos profesionales.
La época en que vivimos no
es muy proclive, que digamos, al ejercicio y preparación de padres y
educadores que desplieguen métodos y técnicas de disciplina, pero siento que
por algo se debe comenzar.
Existe toda una crítica
pedagógica a la disciplina formal. Imponer que los escolares se pongan de pie
cuando entra su profesor, se lo ha visto mal porque se han basado en la idea de
que lo importante no son las formas externas, sino mas bien el aprendizaje del
alumno. Estoy de acuerdo con ese argumento, pero, para que el alumno aprenda,
se requiere que haya un marco mínimo de respeto y acentuación de las
diferencias, es decir, una distancia pedagógica entre alumno y profesor.
Desde siempre los pedagogos
pensaron que la disciplina es algo fácil de transmitir, que alcanza contar con
los reglamentos disciplinarios y niegan que hubiera que preparar a los futuros
docentes para saber conducir grupos, y en especial, los más difíciles, los
grupos de adolescentes.
Mientras que a comienzos del
siglo XXI, contemplamos atónitos el declive de la educación en el aula: ceder
el paso, saludar con cortesía, tratar de usted, no escribir los bancos, no
escribir las paredes, no tirar papeles ni chicles al piso, ahora también
debemos agregar el no usar el celular durante una explicación, respetar el
turno de cada uno al hablar, no contestar ni replicar ante una llamada de
atención, ponerse de pie cuando entra el profesor... Esta es una acción
educativa que la sociedad con el tiempo ha abandonado y que debería, a mi
entender, retomar para reivindicar el lugar de prestigio que un docente se
merece y que debería comenzar este respeto en el seno familiar.
Hay que reconocer desde
luego, que el no pararse no implica falta de respeto ya que he visto en varias
ocasiones a grupos de adolescentes escuchando atentos, sentados incluso en el
suelo y en silencio durante el saludo y las aclaraciones de los temas que
expondrá el profesor en su clase. Pero también están los grupos que al entrar
el profesor al aula se encuentran inquietos, algunos mirando el celular, y
colegas frente a esa situación desesperados enojándose con unos y con otros.
Con este artículo mi
intención es demostrar que la institución que lo implemente hace hincapié en recuperar
esos valores perdidos y normas de disciplina tan necesarios en esta época,
marcar el límite, el fin, el corte de lo que se estaba realizando hasta ese momento y el
comienzo de la clase, como así también, llevar a la práctica docente a la excelencia educativa con
principios básicos de los valores tan añorados en todas partes del mundo.
La comunidad educativa coincide en la necesidad de
reforzar la figura del profesor por la pérdida de autoridad de los docentes que
desemboca en constantes interrupciones en el desarrollo de las clases.
Muchas autoridades de diversas instituciones del mundo, sin
embargo, consideran exagerado que los alumnos reciban de pie al docente cuando
éste entra en el aula por considerarla en la actualidad un poco ridícula o
“retrógrada". Yo, por el contrario, como docente justifico esta propuesta
como esa necesidad de que recuperemos la autoridad perdida, algo
que lo relaciono directamente con una pérdida de la calidad de la enseñanza.
Por todo lo expuesto, en mi opinión, existen en el sistema
educativo herramientas suficientes, en referencia al Reglamento de la
Organización y funcionamiento del Sistema Educativo, para resolver los
conflictos que conllevan la pérdida de la autoridad, aunque no son suficientes
y debido a ello se debe recuperar normas básicas de respeto y cortesía como lo
hacen en muchas partes del mundo, como por ejemplo, en Japón, lugar que he
tenido el privilegio de viajar becada por un organismo de ese país (JICA) en el
año 2002 durante un mes y dar clases en una primaria y una secundaria de ese
país.
Mi propuesta es que nos animemos, a “ponernos de pie” cada vez que tengamos la oportunidad de demostrar nuestra cortesía y buena educación, incorporarlo como hábito para procurar vivir en un clima de amabilidad y armonía en cualquier ámbito.
Lic. /Prof. Cynthia Herlein
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